viernes, 16 de marzo de 2012

Tribuna de Opinión

En América Latina el sol que más calienta sale por Oriente
Carlos Malamud
Investigador Principal Área de América Latina del Real Instituto ElCano


Brasil ya es la sexta economía del mundo. Su proyección exterior la confirma la organización del campeonato mundial de fútbol (2014) y los juegos olímpicos (2016). Por eso, ha dejado de ser el país del futuro para ser el país del presente. Si sumamos otras naciones de América Latina, como Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, Perú, República Dominicana o Uruguay, con espectaculares tasas de crecimiento; o México, cuyo economía creció más que la brasileña en 2011 y lo volverá a hacer en 2012, el resultado es espectacular.
El optimismo reinante en toda la región ha llevado a hablar de "la década de América Latina". Según las estimaciones iniciales del Banco Mundial en 2012, América Latina seguirá creciendo a buen ritmo. Este año se espera un incremento del 3,6%, casi medio punto menos que en 2011. Todos los países crecerán más del 2% y podrán seguir creando empleo y luchando contra la pobreza, como en el pasado reciente. Sus tasas de crecimiento superan la media mundial, aunque son inferiores a los países asiáticos emergentes. En 2013 se verá una nueva aceleración, del 4,2%. Pero, la incertidumbre internacional recomienda prudencia en el medio plazo. En 2012 no se repetirán el crecimiento de 2010 (7,5% en Brasil, 9,2 en Argentina, o 15,3 en Paraguay), aunque no parece probable que ningún país entre en recesión.
El crecimiento reciente fue acompañado por políticas fiscales rigurosas, orden en los sistemas financieros, control de la inflación, incremento de las reservas de divisas, reducción del endeudamiento y puesta en marcha de políticas anticíclicas. El panorama se completa con un imparable proceso de creación de clases medias, impulsoras del aumento del consumo y del mercado interno. Pero la buena salud económica no evita los riesgos. La desaceleración de la economía mundial, especialmente China, puede afectar el precio de las materias primas. América del Sur es la región más vulnerable del mundo emergente, al basar buena parte de su crecimiento en la exportación de commodities.
Generalizar sobre América Latina es difícil y se necesita desagregar por países, mucho más con la creciente fragmentación política regional. Un déficit notable, sobre el cual llaman la atención algunos organismos financieros multilaterales (CAF, BID, etc.) son las infraestructuras. Su rezago tiene importantes costes económicos y sus efectos resaltan el peso de las fronteras como divisorio.
Las diferencias nacionales las conocen los inversores españoles. El riesgo cambia según los casos y la decisión de invertir depende de la oportunidad y rentabilidad y de la coyuntura económica, política y social y  la seguridad jurídica, como muestra el destino de la inversión española y su evolución. Argentina es un caso paradigmático. Tras la crisis de 2001 y las políticas posteriores perdió su atractivo. Mientras, Brasil y México se consolidaban como destinos preferentes de la IED, otros países, Chile, Colombia o Perú, ganaban peso. Las cifras también hablan de una realidad más compleja y de dos zonas diferentes: América del Sur y sus países productores de materias primas (que encontraron en los mercados asiáticos la clave de su continuado crecimiento) y México, América Central y el Caribe, más ligados a EEUU y a la producción de manufacturas.  
Tanto si se mira a América Latina desde Europa, y más desde España, como si se atiende la evolución de las últimas décadas, la región está en una situación envidiable. A esto se suma la pervivencia de sistemas democráticos que han eliminado las turbulencias del pasado. De ahí, la tendencia a mirar al otro lado del Atlántico en busca de oportunidades. Oportunidades para invertir, para las PYME, en la búsqueda de nuevos mercados para una producción que no encuentra salida en el mercado interior. Todo eso está ahí, pero para lanzarse a la aventura de los mercados americanos hay que conocer el terreno y ser prudentes. Hay diferencias culturales y de comunicación importantes. Parafraseando a Bernard Shaw, podríamos decir que el español es la lengua común que nos separa, pero que pese a ello tiene un potencial económico que no se termina de aprovechar totalmente.

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